viernes, 30 de septiembre de 2011

Carta de Charlot a Maggie

Este blog está destinado a colgar los trabajos de historia que haremos a lo largo del curso, y bueno, ¿qué mejor manera de estrenarlo que publicar uno? Consistía en elaborar una carta desde el punto de vista de Charlot, el protagonista de la película Tiempos Modernos, que le escribe a su mujer que, por alguna razón, no ha podido irse con él a la ciudad desde el campo.



Querida Maggie:

Ay, Mags. Tengo tantas cosas que contarte…

Me han echado de la fábrica. ¡Pero no te enfades, cariño, que no ha sido culpa mía! Bueno, puede que tuviera un pequeño incidente sin importancia en el que quizás rompiera un par de máquinas, pero no fue por eso, cielo, te lo juro, y los médicos del hospital me han dicho que ya estoy curado. De hecho, solo te lo cuento porque yo contigo no tengo secretos.

El hecho es que nos han echado a todos los obreros porque han cerrado la fábrica, y los empresarios parecen pensar que pueden hacer con nosotros lo que quieran, como si no tuviéramos familias que mantener o deudas que pagar. Pero no te preocupes, querida, porque no vamos a ponérselo tan fácil. El sindicato obrero organizó una manifestación el otro día, y aunque gracias a la policía la cosa no acabó demasiado bien –a mí me detuvieron, pero, de nuevo, no te preocupes, me soltaron en seguida-, en otras fábricas ya están planeando una huelga. Está prohibida, pero con lo obsesionados que están los burgueses con la producción y el aumento de la productividad, estoy convencido que surtirá efecto y dentro de poco conseguiré un nuevo trabajo con un mejor salario sin necesidad de trabajar tantas horas al día. Seguro que pronto podrás unirte al éxodo rural y volveremos a estar juntos, Mags. Nuestros días como jornaleros del campo habrán terminado definitivamente.





En cuanto a la ciudad, te va a encantar. Hay muchísima gente, más de la que podrías imaginar junta, edificios por todas partes y una enorme cantidad de automóviles. Gracias a la electricidad, por la noche puedes caminar por las calles con absoluta tranquilidad, casi parece de día. No es tan bonita como nuestro pueblo, la gente no es tan cercana y no se saluda por las calles ni se conoce entre sí, pero es el progreso, Mags, y tenemos que adaptarnos. Nuestro piso no es gran cosa, pero será suficiente para nosotros y unos cuantos niños. Como antes trabajaba todo el día, no conocía a los vecinos más que de vista, pero en estos últimos días he tenido oportunidad de estrechar mi relación con ellos. En el piso de arriba viven, puerta con puerta, un anarquista y un socialista. Los dos son jóvenes, están solteros, y se pasan el día discutiendo: en el pasillo, en las escaleras, en el portal… Creo que a veces llaman a la puerta el uno del otro para continuar las discusiones, porque no es posible que se encuentren tan a menudo por pura casualidad. Se gritan, se dicen de todo y se van airadamente o regresan a su casa dando un portazo. La semana pasada, gracias a la disolución de la Primera Internacional –es triste que cuando por fin se intentan defender nuestros derechos a nivel internacional todo termine en un fracaso por problemas internos. Espero que no sea el fin de las Internacionales Obreras-, fue especialmente prolija en insultos y reproches. Solo he hablado con ellos una vez, el otro día, y ambos me invitaron a asistir a una de sus reuniones. Pero empezaron a discutir acerca de a cuál debería ir y, al final, ninguno me dio las señas, lo cual es una pena, porque estaba realmente interesado. En el piso de abajo vive un matrimonio con sus hijos. El hombre es un miembro muy importante del sindicato, y me mantiene informado de las novedades de huelgas y manifestaciones, y su mujer te caería muy bien. Creo que su hija mayor se está viendo en secreto con uno de los vecinos de arriba o, por lo menos, siempre los oigo cuchichear en el rellano por las noches –las paredes parecen de papel-, pero no sé con cuál, es difícil distinguir sus voces cuando hablan a un volumen normal. Y luego está la casera, una anciana que se pasa el día criticando a los ingleses. Se lo toma muy en serio, hasta el punto de que, al leer en el periódico que vamos por delante de Inglaterra en el uso de nuevas formas de energía al abandonar el carbón por el petróleo, se puso tan feliz que casi se le olvidó cobrarnos el alquiler del mes. También hay un hombre muy extraño que vive en la puerta de al lado, pero casi nunca está en casa, no habla con nadie y tiene un aspecto muy sospechoso. No sé cómo se supone que es esa gente que se dedica al espionaje industrial (¿has oído hablar de él?), pero yo apostaría a que tiene ese aspecto. Pese a todo lo anterior, o quizás gracias a ello, creo que te sentirás muy a gusto aquí.

Pero te lo advierto, Mags, esto de la industria es muy complicado. Los trabajadores tenemos a los capataces siempre encima, no podemos ni estornudar sin que nos griten por estar perdiendo el tiempo. Porque todo tiene que realizarse en un plazo de tiempo determinado y ni un segundo más tarde. Taylorismo, creo que lo llaman, un nombre muy bonito y que no hace justicia a lo que nombra. Aunque es más gracioso lo del capitalismo, que bien podría ser esclavitud. Sé que pensarás que exagero, y puede que lo haga, pero no tanto como crees. En teoría ahora somos todos iguales y tenemos los mismos derechos, pero no es cierto, Mags, no puede haber igualdad cuando una persona tiene que estar trabajando trece horas al día y sólo gana lo suficiente para un trozo de pan y otro, haciendo mucho menos, posee más. Y, para colmo, gracias al maquinismo, en cuanto encuentran una máquina que hace tu trabajo, te echan sin miramiento alguno. Está ocurriendo igual que en el campo cuando empezó la revolución agrícola: primero fue la rotación de cultivos, luego hubo avances en la maquinaria, y cuando parecía que todo iba de maravilla, los trabajadores empezamos a sobrar y solo pudimos venir a la ciudad o morirnos de hambre. Pero resulta que aquí pronto encontrarán nuevas máquinas que hagan todo el trabajo, nosotros no haremos falta y, entonces, ¿a dónde iremos?

A veces te echo tanto de menos… No, siempre te echo muchísimo de menos. Seguro que, de estar aquí, sabrías cómo hacerme ver por qué la situación no es tan grave, o me animarías aunque sí lo fuera. Seguro  que  te preocuparías y te enfadarías al oírme hablar de huelgas o de enfrentamientos con la policía, pero luego serías la primera que se sumaría para intentar defender nuestros derechos. Esa es una de las cosas que más me gustan de ti, cielo, que tú nunca te rindes.

No puedo prometerte cuándo tendré el dinero para pagar tu traslado a la ciudad, pero sí te juro que haré todo lo que esté en mi mano para conseguirlo y que me estoy recorriendo la ciudad entera para intentar encontrar trabajo. Ten paciencia, Mags.

Un beso,

Charlot

1 comentario:

  1. Hola, Mary. Muy bien la carta y estupenda la edición: alineación, letra diferenciada para los términos, interlineado y fotos!!! Enhorabuena. Ahora se trata de apoyar más, de publicar contribuciones propias sobre los temas y los trabajos que hacemos en clase. Enseñar es el secreto de aprender más y mejor. Créeme!!!

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